3 de septiembre de 2010

Muerte, innecesaria

"El progreso de la medicina nos depara el fin de aquella época liberal en la que el hombre aún podía morirse de lo que quería"
-Stanislaw Jerzy Lec

Estaba el médico; momentáneamente reducido a conserje, limpiando frenéticamente el suelo de metal del consultorio con el viejo trapeador. Entonces se topó con aquellas máquinas, que ahora le resultaban familiares.
La primera vez que las vio, fue cuando tenía 5 años. Conservaba pocos recuerdos de aquel día, pero la impresión que se llevo al ver esa enome cúpula de vidrio, repleta de tubos, cables y mangeras, jamás se le olvidará. Cuando llegó a ver a la segunda máquina, se le heló la sangre. Él sabía que había dentro del artefacto, pero no se atrevía a asegurarlo.

Lo que tenía enfrente de él no se parecía mucho a aquel recuerdo lejano. Estas se parecían  más a camas individuales suspendidas en el aire que a las esferas de vidrio del hospital. Pero seguían siendo practicamente lo mismo. Cubiertas por una cúpula de cristal, lo único que había dentro de ellas era una mascara de oxígeno.
Tomó un trapo húmedo y comenzó a limpiar el vidrio de aquella ventana sin vista; pero que de todas maneras había que limpiar, cuando alguien tocó la puerta de metal de su pequeño consultorio.
-¡Abre la puerta, traemos a un herido!
-¿Pues qué esperan?, ¡pasen ya!- dijó el médico mientras les abría la puerta corrediza.
Entre dos hombres traían a un soldado que sangraba copiosamente en donde deberían estar sus pies.
-¿Que rayos le pasó?
-Pisó una mina- le respondió uno de ellos mientras hacían un catre improvisado.
-Que bueno que está inconsciente, no soportaría el dolor- sentenció el médico mientras cauterizaba las heridas.
Abrió una de las cámaras y escribió la matricula del soldado que figuraba en su placa de reconocimiento: T-024512.
Entre los tres hombres subieron al herido a la cámara. Mientras le ponía la mascara y cerraba el vidrio, los otros soldados le preguntaban cuándo estaría repuesto.
-Dentro de tres días. Fue algo grave en los pies; pero nada que la medicina moderna no solucione- les respondió, sintiendo en sus palabras un desprecio que cada vez era más habitual en él.
-Y por favor, tengan cuidado. Esta es la tercera vez en el mes que él casi muere- terminó.
-¿Para qué?, mientras tengamos estos cachivaches, nada nos puede pasar.
El médico sabía bien que tenían razón, y guardó un penoso silencio mientras ellos abandonaban el consultorio.
De mal humor, abrió uno de sus viejos libros, uno de los que usó en la escuela de medicina.
Las modernas tecnologías han logrado emular el vientre materno de tal forma que es posible la recuperación de tejidos, musculos y huesos perdidos en poco tiempo, através de máquinas diseñadas para esta función...
Cambió de página. No quería saber más de esas cosas.
El control eléctrico de primer orden del miocardio se deriva del nodo sinusal. La propagación del control de primer orden del nodo sinusal está estrechamente ligada a descargas del sistema simpático. El control eléctrico de segundo orden del miocardio está bajo control de la influencia parasimpático, de los nervios de los ganglios vertebrales de la espina dorsal y del nervio vago... De repente algo interrumpió su lectura.
Llamaban a la puerta, tocando desesperadamente. Pensó entonces que era un herido muy grave y que querían que lo atendiera rápido; pero no por eso dejó de correr. Cuando abrío la puerta, varias manos tomaron su bata blanca y lo jalaron hacia el exterior. Quisó correr hacia otro lado, pero no le dejaban.
Momentos después, logró separarse de ellos; sólo para darse vuelta y ver su consultorio consumirse en llamas mientras más misiles caían sobre él.
-¿Que pasó?
-El enemigo encontró la localización de nuestras cámaras de regeneración y nos las despedazó. No me explico cómo lo hicieron, estaban bien ocultas.
El médico ya no le prestaba atención. Jamás había escuchado el sonido de la guerra. Los gritos, los dispararos, el mismo fragor de la batalla se metía en sus oidos y llenaba su mente de miedo, un verdadero miedo a morir.
-¿Y qué haremos ahora?- preguntó uno de los soldados.
-Morir.

2 comentarios:

Gerardo Morales dijo...

El texto acerca del miocardio en este cuento fue tomado del artículo de Wikipedia del mismo nombre; publicado bajo licencia Creative Commons BY-SA

Silent dijo...

Interesante... Una realidad que si nos estamos en ella, falta muy poco para encontrarle, no lo sé, ¿cuántas cosas nos ocultarán allá arriba? Saludos.