23 de diciembre de 2012

Adiós

Esto está bien muerto, pero lo dejo aquí por recordarme cuando escribía corto, pero bien -al menos a mí juicio - y no me preocupaba por ser políticamente correcto. Ya saben.
La licencia de esto les permite tomar lo que quieran mientras me atribuyan. Nada más, nada de condiciones raras. Eso es todo.
Cómo no estoy orgulloso de mí espacio personal nuevo (me rehuso a decir blog) sólo dejo tres enlaces si todavía me quieren contactar:
  1. Identi.ca, aunque también se esté muriendo: @ghmorales
  2. Twitter, por los que estén por allá: @ghmorales
  3. Y el blurblog, que es cómo una forma de compartir lo que lees por feeds: ghmorales
Este nombre de usuario les permite buscarme en otros lados, pero no se los recomiendo. Así que esto es todo. Se cierra el telón o lo que sea. Buenas noches.

12 de junio de 2011

El letrero en el cielo

Cortando la fina y celeste piel, un letrero de humo atraviesa el firmamento. Un hombre levanta el brazo y susurra unas palabras al oído de la mujer que lo acompaña. Se besan.
Quinientos metros adelante, en el mismo parque; otro hombre está pagándole al representante del aviador, por el letrero que su novia jamás vio.

11 de junio de 2011

Curiosidad

Me parece soberanamente extraño que el hombre tenga curiosidad. Hoy todo está descubierto, todo está inventado. La curiosidad es ahora un lastre, una herramienta inútil.
Si no fuera así ¿Por qué iba a desaparecer con el paso de los años?
La existencia de la curiosidad no es más que otra de las preguntas que me aturden y que jamás podré contestar. Maldigo a la curiosidad.

9 de junio de 2011

Paz

Paz. ¿Acaso ya encontré la paz? Debo decir que no me complace esta paz.
Hay gente que pasa toda su vida tratando de encontrar la paz, sin hallarla en ningún lado. Y yo tengo paz, paz de supermercado; traída sin enfuerzo desde dentro de mi. Es una paz vacía, una paz valemadrista.
Una paz que no entiende razones, una paz que alterna con la calma, una paz a la que no le importa nada más que la propia conservación, la conservación de la paz.
Es esta paz la que realmente me aturde, la que más me hace pensar en mi absoluta falta de humanidad. La paz no es de humanos, seres miserables por naturaleza. La paz es mía. Únicamente mía.
El hecho de tener paz no me ha hecho superior. La paz no es mas que un fiasco.

7 de junio de 2011

La estrepitosa caída de la razón (fragmento)

Y es que no comprendo
todavía
la soberbia
oculta en la humildad

Y es que no descubro
todavía
la pasión
existente en la mediocridad

Y es que no entiendo
todavía
la vida
apretada en el lento pasar de los días

3 de junio de 2011

El espejo

El espejo. El espejo que siempre espera, paciente e incómodo; a que salga de mi habitación por la mañana. El espejo que mira determinado a contar los minutos del reloj que se alza enfrente de él.
El espejo. Aferrado, crucificado enfrente de mi con tornillos de 2 pulgadas. No sabe hacer otra cosa que esperarme.
Relámpagos de rubí cruzan por mis ojos, llegando hasta el estanque marrón de mis pupilas. Mi lengua está blanca, desértica.
-Imberbe mozalbete- me gritaron una vez. Hace tiempo que esas palabras han dejado de tener validez.
Todavía soy joven. Pero el espejo, cada vez más conciente de que está cada vez más cerca su fin; se esfuerza en no hacérmelo notar. El espejo que ve mi negro cabello desordenarse todas las mañanas. Despeinado hasta la muerte.
En retrospectiva no suena mal. El espejo sabe que han pasado años desde que un peine se posó en mi cabeza. El espejo sabe todo sobre mí y yo no se nada sobre él. ¿De quién habrá sido el espejo antes de que me reflejara en él? Es viejo y sobre él cruzan las manchas de años de dedicación, de mantener su espalda atiborrada de medicamentos caducos.
El agua pasa entre mi cara, limpiando cada borde con extraña devoción. Es temprano. Las verdes pancartas del reloj apenas sentencian las ocho. Tengo todo el día para mi. Y el espejo se quedará ahí mismo a esperarme.
No sabe hacer otra cosa que esperarme.